La Iglesia Católica atribuyó ayer a la crisis moral que afecta a la nación dominicana el incremento de la violencia contra la mujer y la familia, la precariedad de los salarios y de los servicios básicos, la corrupción y la mediocridad de los políticos.

En su carta pastoral en ocasión de las festividades del Día de La Altagracia, la Conferencia del Episcopado Dominicano (CED) ratificó, al mismo tiempo, su compromiso de contribuir para que los dominicanos logren tener una nación más sana moralmente, más fraterna, justa y equitativa.
Los obispos dicen que en el ámbito nacional hay que situar la causa de la violencia en general, de la precariedad de los salarios y de los servicios básicos a la dimisión de su deber educativo por parte de las familias, de la escuela y de los medios de comunicación social, la mediocridad de muchos políticos y a la corrupción rampante.
En la Carta Pastoral fue leída esta tarde por el cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez, Arzobispo Metropolitano de Santo Domingo y presidente de la CED, en la misma los obispos también detallan, de manera pormenorizada, los aportes en sus 50 años de la Conferencia del Episcopado Dominicano, creado oficialmente el 22 de septiembre de 1962.
Agregan que más que la crisis económica, financiera, política y de violencia que afecta a la humanidad hoy en día, a los sacerdotes y obispos nos preocupa que la crisis moral y humana “haya ido enquistándose” en el alma de muchos, convirtiéndose en el verdadero origen y causa de las crisis que se señalan.
“Nos preocupa todo esto y prometemos que al pueblo dominicano no le faltará ni nuestra voz sincera ni nuestra crítica como tampoco nuestro aliento al comportamiento correcto”.
“Al margen de errores y desaciertos, que lamentamos y que confiamos a la entrañable misericordia de Dios y a la comprensión de nuestros fieles y conciudadanos, la hoja de servicio en estos 50 años de la Conferencia del Episcopado Dominicano ha sido espléndida”, indican los representantes dominicanos de la Iglesia católica.
Dentro de esos aportes, citaron la creación de instituciones educativas, como la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM), en Santiago, con su extensión Recinto Santo Tomás en la Capital; el Instituto Nacional de Pastoral; el Instituto de la Familia, adscrito a la Universidad Católica de Santo Domingo y el Centro Dominicano de Asesoría e Investigaciones Legales (CEDAIL).
Asimismo, el Tribunal Eclesiástico Nacional, el Semanario Católico Nacional Camino, Televida, el Canal de la familia; Cáritas Dominicana, que en sus inicios, en colaboración con “Catholic Relieve Services”, realizó el primer programa de ayuda a los pobres después de los largos años de tiranía trujillista, y que en la actualidad se ha convertido en una pujante institución constructora de la caridad, la solidaridad y el desarrollo de los más necesitados en cada una de las Diócesis del País.
 LA CARTA PASTORAL
Conferencia del Episcopado Dominicano. Carta Pastoral/50º  Aniversario
Fundamento Teológico
La Conferencia Episcopal, es una expresión del espíritu colegial y de la comunión que vincula a todos los Obispos. El reconocimiento formal de su existencia se debe al Concilio Ecuménico Vaticano II que al valorar su funcionalidad pidió establecerla en todas las naciones.
El Concilio Ecuménico Vaticano II en su Decreto Christus Dominus sobre el Ministerio Pastoral de los Obispos en la Iglesia puntualiza: “Desde los primeros siglos de la Iglesia, los Obispos que estaban al frente de las Iglesias Particulares,  movidos por la comunión de fraterna caridad y por el celo de la misión  universal confiada a los Apóstoles aunaron sus fuerzas y voluntades para promover el bien común y el de la Iglesia.
“La conferencia episcopal es como una asamblea en que los Obispos de cada nación o territorio ejercen unidos su cargo pastoral para conseguir el mayor bien que la Iglesia proporciona a los hombres, sobre todo por las formas y métodos del apostolado, aptamente acomodado a las circunstancias del tiempo”.
ANTECEDENTE Y FUNDACION
La Conferencia del Episcopado Dominicano tuvo como antecedente la creación de una Comisión Nacional Episcopal de cara a la Conferencia del Episcopado Latinoamericano que se celebró en 1955, en Río de Janeiro. Esa Comisión la conformaban Mons. Ricardo Pittini Piussi, Arzobispo de Santo Domingo, educador salesiano de amplia cultura; Mons. Octavio Antonio Beras Rojas, Arzobispo Coadjutor de Santo Domingo, un hombre de bondades y de elegante sencillez; Mons. Hugo Eduardo Polanco Brito, Obispo de Santiago de los Caballeros, un trabajador incansable y organizado; Mons. Francisco Panal Ramírez, Obispo de La Vega, un hombre de Dios, de vida austerísima; y Mons. Tomás Francisco Reilly, Obispo de la Prelatura Nullius de San Juan de la Maguana (erigida Diócesis en el 1969), un Doctor en derecho canónico convertido en celoso y abnegado misionero de una zona muy amplia y deprimida. Posteriormente el cometido de esta Comisión era doble: elegir el delegado a la Primera Conferencia del Episcopado Latinoamericano; y construir y redactar la contribución de la Iglesia dominicana a esa Conferencia.
Con excepción de Mons. Ricardo Pittini Piussi (+1961), los mismos Obispos que hemos señalado, además de Mons. Juan Félix Pepén Solimán, Obispo de la Altagracia, en Higüey (creada en el 1959), un hombre de fina inteligencia y defensor aguerrido de los campesinos, fueron los que oficialmente crearon ya el 22 de septiembre de 1962 la Conferencia del Episcopado Dominicano, y enviaron los Estatutos a la Santa Sede. Esta contestó con la aprobación “ad experimentum”. Conforme a esto, y enviados los Estatutos definitivos, la erección oficial de la Conferencia del Episcopado Dominicano quedó fijada en 1962.
CRECIMIENTO Y DESARROLLO
La erección de nuevas Diócesis fue una notable visión y acierto de la Conferencia del Episcopado Dominicano. Esta iniciativa ha contribuido eficazmente al dinamismo de la Iglesia. A partir del 1962 fueron creadas las Diócesis de: San Juan de Maguana (1969), Barahona (1976), San Francisco de Macorís (1978), Mao-Montecristi (1978), Baní (1986),  Puerto Plata (1996) y San Pedro de Macorís (1997). También cabe señalar aquí, la creación de una segunda Provincia Eclesiástica en la que quedaron reagrupadas las Diócesis del Cibao, y la elevación de Santiago de los Caballeros al rango de Arquidiócesis, el 14 de febrero 1994.
Gracias a Dios, desde el año 2005 la Conferencia del Episcopado Dominicano cuenta también con su Sede propia.
La estructura interna de la Conferencia del Episcopado Dominicano responde a nuestras necesidades y divide su acción en seis áreas que integran las diversas Comisiones Nacionales de Pastoral: Formación y Espiritualidad (Presbíteros, Diáconos, Seminarios, Vocaciones, Vida Consagrada, Laicos); Palabra y Liturgia (Misión y Obras Misionales Pontificias, Kerigma y Catequesis, Liturgia, Doctrina de la Fe, Ecumenismo, Biblia, Comunidad, Congresos Eucarísticos Internacionales); Familia (Familia, Vida, Niñez y Adolescencia, Juventud, Tercera Edad); Pastoral Social (Social, CEDAIL-Justicia y Paz, Cáritas, Salud, Penitenciaria, Ecología); Educación (Escuelas Católicas, Formación Integral Humana y Religiosa, Universidades, Cultura, Comunicación); y Movilidad (Migrantes, Haitiana, Turismo - Aeropuerto - Apostolado del Mar, Santuarios). Cada Comisión está dirigida por un Obispo.
Además, existen las Comisiones Episcopales, integradas sólo por Obispos (Mixta CED-CONDOR, Seminario Mayor Santo Tomás de Aquino) y otras Instituciones, entre las que se destaca por su tarea y misión el Instituto Nacional de Pastoral,
APORTES A LA IGLESIA Y A LA SOCIEDAD
En primer lugar, están la creación de magníficas Instituciones: la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM), el Instituto Nacional de Pastoral; el Instituto de la Familia, el Centro Dominicano de Asesoría e Investigaciones Legales (CEDAIL); el Tribunal Eclesiástico Nacional, el Semanario Católico Nacional Camino, Televida, el Canal de la familia; Cáritas Dominicana.
En segundo lugar lo constituyó la apertura y realización del Primer Concilio Plenario Dominicano del año 2000. Decidido en 1984, en la XXII Asamblea Plenaria de la Conferencia del Episcopado Dominicano, tuvo su primera sesión en 1990 y concluyó 1999.
En tercer lugar, está el confeccionar la contribución de la Iglesia dominicana a las cuatro Conferencias del Episcopado Latinoamericano y del Caribe (Medellín, Puebla, Santo Domingo y Aparecida-Brasil).
En cuarto lugar, está el servir de puente ordinario en las relaciones con la Santa Sede, el Consejo del Episcopado Latinoamericano y del Caribe (CELAM), el Gobierno, la sociedad dominicana y los partidos políticos nacionales.
En quinto lugar, están también los pronunciamientos públicos que la Conferencia del Episcopado Dominicano ha ido haciendo al hilo de la marcha de la Nación y eventos especialmente tensos que se han sucedido en estos años, entre los que citamos el dedicado a la Educación, a la construcción de la paz y erradicación de la violencia, a la familia, al bien común, a la dignidad humana y defensa de la vida a la situación del hombre del campo y leyes agrarias a la Constitución de la República, y sobre todo, los documentos dedicados a los distintos procesos de elecciones presidenciales, congresuales y municipales de la Nación. Más de 25 mensajes, con lo que sentamos todo un magisterio iluminador para el mundo de la política.
A todas estas iniciativas hay que añadir la exitosa celebración de la Feria Internacional del libro, en el 2011, dedicada al Vaticano.
Los Planes Nacionales de Pastoral: uno de los frutos estimables de estos planes y del dinamismo de la Iglesia ha sido el de obligarnos a crear nuevas estructuras y a buscar la eficiencia en todo. Y fruto de ese dinamismo, poco a poco fueron surgiendo entre nosotros vocaciones para el sacerdocio presbiteral y para la vida consagrada, nuevos carismas, y nuevas formas de entrega a Dios y asociaciones espirituales o apostólicas.
Quien haya leído o lea todos los Mensajes anuales del día de la Independencia dominicana se convencerá de que la Conferencia del Episcopado Dominicano se ha sentido siempre obligada y comprometida a contribuir desde su misión con una nación más sana moralmente, más fraterna, justa y equitativa.  En el momento presente la humanidad se siente muy preocupada por la gran crisis económica y financiera, alimentaria y política.
Nosotros en cambio, sin negar lo anterior, proclamamos que la gran crisis moderna es humana y moral, el verdadero origen y causa de las crisis que se señalan y que tanto inquietan hoy.
Nos preocupa en estos momentos que esa crisis moral haya ido enquistándose en el alma nacional. Aquí hay que situar la causa de la violencia en general que nos envuelve, de la creciente violencia contra la mujer y la familia, de la precariedad de los salarios y de los servicios básicos para todos, la dimisión de su deber educativo por parte de las familias, de la escuela y de los medios de comunicación social, la mediocridad de muchos políticos, la corrupción rampante. Nos preocupa todo esto y prometemos que al pueblo dominicano no le faltará ni nuestra voz sincera ni nuestra crítica como tampoco nuestro aliento al comportamiento correcto.
MEDIOS DE COMUNICACIÓN
La Conferencia del Episcopado Dominicano se hace presente con sus dos importantes programas, la Voz de los Obispos TV y Radio, en los diversos  escenarios de la vida familiar y social, privada y pública, a través 22 canales de televisión y la red de emisoras católicas UDECA y otras que los transmiten. También está muy presente a través de la Internet con su página WEB, Del mismo modo, es un importante informativo e instructivo el Semanario Católico Nacional “Camino”.
Damos gracias a Dios por el crecimiento y desarrollo que nos ha permitido experimentar en estos 50 años de creación oficial de nuestra Conferencia. Por el crecimiento de las Instituciones de la Iglesia dominicana, sus 11 Diócesis y el Obispado Castrense con sus más de 584 parroquias, sus 11 seminarios menores y sus 2 Seminarios Mayores, el Pontificio Santo Tomás de Aquino en sus dos recintos, Santo Domingo y Santiago y el Redemptoris Mater; por el crecimiento de nuestras vocaciones sacerdotales y religiosas, por nuestros sacerdotes, diáconos y seminaristas.